Thursday, April 21, 2011

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño

infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te

dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos

que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes;

no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la

muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es

que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de

ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar

a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose

de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los

días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj;

te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas

de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio

telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben,

de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la

seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la

tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te

regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el

cumpleaños del reloj.



Julio Cortázar

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